58. Menuda suerte
Cuando escucho su nombre, solo pienso en esa progresiva e interminable obsesión que constantemente me persigue. Sí, porque su obsesión tiene patas, las he llamado: inseguridad y perturbación.

Dimitri Paussini no dudó en amenazar con deshacerse de Richard tan pronto se enteró de nuestra cita. Solo él tenía razones para querer matarlo, solo él sería capaz de algo tan cruel. Él y su m*****a obsesión... Ahora, todo esto me carcome con una culpa insoportable, porque sé que es por mi causa que Richard está al borde de la muerte.

Mientras caminamos por los alrededores de Bentall Center, la claridad del día me encandila, obligándome a ocultar el rostro bajo las palmas de mis manos. La imagen del cuerpo inerte de Peter se instala con crudeza en mi mente, mientras la expresión de agonía de Richard se convierte en una tortura que no puedo apartar. La ansiedad me consume, y cada paso se siente como una lucha contra mi propia fragilidad.

—Señorita Inocencia, la dejaré en el portón de su casa. —¼ de
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