Capítulo 10:

Esas palabras fueron suficientes para que Samantha mirara a su alrededor y comprobara efectivamente, que estaban solos en esa caja metálica. Y aunque sabía que solo tendrían escasos segundos antes de que las puertas cedieran al impulso de abrirse, un escalofrío recorrió su espina dorsal. Un escalofrió que no tenía nada que ver con el aire acondicionado y sí mucho con estar frente a ese espécimen.

“Por Dios, era casi imposible que ese hombre tuviera tanta perfección” fueron los pensamientos de Sam mientras sus ojos se volvieron a cruzar con la mirada devoradora de Marcos. Al parecer ella no era la única hambrienta y no precisamente de comida.

El “Ay joder” que salió de Marcos ante el pellizco que Sam le dio en el interior de su brazo izquierdo, mientras se pensaba que lo iba a abrazar, fue suficiente para que las manos que estaban tan cómodamente posicionadas en sus nalgas se aflojaran para después soltarse.

—Cuidado tus manitos lo que agarran, cariño. Hay cosas que solo se pueden adm
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