02// Moscú

Nueva York

3 días antes del viaje.

La alarma de Elisabeth sonó, ella con pereza abrió sus ojos y lo apagó. Se levantó de la cama y fueron directa al baño, encendió la llave de la ducha y se desnudó, se adentró y el agua empezó a tocar su cuerpo.

Eli desde que perdió a su hermano mayor, su corazón sufrió, se marchitó. Le lloró, le añoró y le sigue echando de menos. Aunque hayan pasado 3 años de su muerte, le sigue llorando.

Cuando tenía 13 años la diagnósticaron problemas cardíacos, desde cada vez se sentía más débil, más agotada y desde hace exactamente una semana, que tenía desmayos continuamente, hoy tenía una cita. No podía ocultar su miedo, pero tenía que hacerse Chequeos cada cierto tiempo.

Cuando acabó, enredó una toalla en su cuerpo y otra en su cabello, salió del baño y empezó a vestirse.

Con un pantalón vaquero ajustado a sus piernas, una camisa y chaqueta de cuero. Salió de la habitación y cuando llegó al salón sus padres estaban sentados en la mesa.

—Buenos días, padres. — saludó ella con una sonrisa.

—Buenos días, cariño. — saludó su padre y ella le dió un beso en la mejilla. —¿Cómo te encuentras?

—Bien, pero agotada. — respondió sirviéndose el café.

—Vamos a ver qué nos dice el médico. — ella asintió.

Cuando acabaron de desayunar, sus padres y ella salieron de la casa. Eli no podía dejar su miedo de lado, algo la decía que la cita de hoy no iba a ser buena. Sus padres estaban igual que ella, pero no podían decírselo, quería que viera que ellos la iban a animar.

Cuando llegaron, en la sala de espera, esperando a ser llamados por el doctor, ella se tumbó en el hombro de su padre.

—Tengo miedo, papá. — dijo en un susurro.

—No lo tengas, mi niña. Nosotros estaremos aquí y Abby también. — su padre la dejó un beso en la cabeza.

Pero ella no podía de otra manera, el miedo era su enemigo, estaba clavando en su cuerpo como un tatuaje. Ella no quería morir, quería vivir, enamorarse, casarse y tener hijos. Pero eso ella, lo veía imposible.

La voz de la una mujer la sacó de sus pensamientos, alzó la vista y vio una mujer morena, con el uniforme de enfermera.

—Pasa, Elisabeth. — dijo la mujer amablemente, ella y sus padres caminaron hasta la consulta.

Al entrar, vio a su médico, un hombre algo canoso, de unos 50 años.

—Hola, Elisabeth, ¿Cómo estás? — saludó el médico estrechando su mano.

—Mas o menos. — respondió. —Últimamente Estoy con más mareos, desmayos y más agotada. — el médico asintió.

—Siéntense, por favor. — dijo con una sonrisa. — verás Eli, he revisado tus últimas pruebas. No voy a ocultarte nada, tú situación cada vez empeora más.

—¿Qué quiere decir? — dijo su padre.

—Su corazón es cada vez más débil, las pastillas llega un momento que no hacen nada. — Eli dejó caer sus lágrimas. —Te subiré la dosis para desminuir los mareos y desmayos.

—¿Cuánto tiempo me queda? — preguntó y todos la miraron.

—Eli...

—¿Cuánto? — lo interrumpió.

—No lo sabemos con facilidad, pero como mucho... — la miró. —Seis meses. — ella y su madre llegaron. —Intentaremos encontrar un corazón.

—Papá, yo no quiero morir. — rogó llorando.

—No morirás. — la abrazó. —Si tengo que dar mi corazón, lo doy. — ella lloró en los brazos de su padre.

—¿Por qué la enfermedad me tocó a mí? — pensó ella.

No podía más, no podía soportar que iba a morir. Pero con el destino no se podía luchar, el destino de cada persona no se puede decidir o luchar, es algo que la vida te da.

Durante el camino, Eli lloraba, su madre iba detrás con ella, la abrazaba y lloraban juntas. La madre, estaba mal, perdió a un hijo y ahora estaba apunto de perder a otro. No sabían que hacer, ellos pensaban en ser su donante, Pero tampoco era fácil, para eso tenían que ser compatibles.

Cuando llegaron a la casa, Eli abrazada a ella misma caminaba hasta el interior de su hogar. Se sentó en el sofá y sus padres en cada lado de ella.

—No dejaré que esté sea el final. — habló el padre. —Yo me haré los análisis, para saber si soy compatible.

—No quiero eso, yo os quiero a mi lado. — sollozó. —Tengo que ser consciente que este es mi destino y viviré al máximo, el que me quede.

—Escúchame, Eli. — dijo su madre. —Ya perdí a un hijo y no perdere a otro.

—Le echo de menos, Alexander sabría que decirme. Extraño sus abrazos, sus consejos, su voz. Daría lo que fuera por escucharle, aunque fueran 5 minutos. — lloró.

—Alexander desde el cielo nos cuida, te cuida.

—Yo... Durante el camino a casa, decidí hacer un viaje con Abby. — sus padres sonrieron. —Siempre quise conocer Moscú, iré unas semanas.

—Me parece bien, ve a decírselo a Abby y yo haré la reserva del avión y el departamento. —dijo su padre y Ella asintió, salió del salón.

Cuando llegó a su cuarto, cogió su móvil y marcó el número de su amiga.

—Hola, amiga mía. — dijo la voz de Abby.

—Hola, cariño. — saludó. —Tengo algo que contarte.

—Soy todo oídos.

—Ven a casa, te digo aquí.

—Perfecto, estoy en 30 minutos.

—Ok, adiós. — colgó.

Abby era su mejor amiga, creciendo juntas y era su cuñada. Estaba con su hermano, llevaban de noviazgo 4 años y estaban enamorados y la muerte de Álex la afectó mucho. Desde que él murió, ella no quiso estar con nadie, no estaba preparada para ello.

**********

—Ya estoy aquí, preciosa. — dijo con una sonrisa, Eli la abrazó con todas sus fuerzas. —¿Que pasa?

—Abby, me han dado seis meses de vida. — Eli soltó sus lágrimas.

—No, no es cierto. — negaba repetidas veces, Eli asintió. —Tú eres fuerte, debemos tener Fe.

—He pensando, tal vez te guste hacer un viaje, las dos juntas. — Abby sonrió.

—Claro, ¿Dónde? — preguntó con ilusión.

—A Moscú. — Abby abrió sus ojos como platos.

—Cuenta conmigo, ¿Cuando nos vamos?

—En 3 días. — Abby asintió.

—Perfecto, un día antes del viaje me quedo aquí. — Eli asintió sonriendo.

**************

El día del viaje.

Seis de la mañana y la chicas ya tenían que despertarse, su vuelo salía a las nueves y media de la mañana para Moscú. Cuando despertaron cada una hacia una cosa, una se duchaba y la otra organizaba lo que quedaba para llevarse. Estaban emocionadas, ese viaje sería inolvidable y más para Elisabeth.

Eli antes de irse, fue al dormitorio de su hermano. Dónde muchas noches ella entraba, dormía en su cama y olía su perfume. En el mueble había un cuadro con una foto de su hermano y ella sonriendo, Eli caminó hasta la foto y la cogió entre sus manos.

Ambos sonreían, él era moreno, con algo de barba, ojos verdes y hermoso. Eli acarició la imagen de su hermano y soltó las lágrimas.

—No sabés cuanto te extraño, cuando falleciste, te llevaste mi corazón. Mi corazón se marchitó como una rosa cuando no se riega, ni se cuida. — una gota de lágrima cayó en la foto. —Daría mi vida, si así podría abrazarte de nuevo. Mi Alexander, mi hermano mayor, te amo y siempre te amaré.

Con el cuadro en la mano salió de allí y lo guardó en su bolso. Con las maletas bajó al salón, sus padres aún dormían y no quería despertarles, así que les dejo una nota.

El claxon del taxi las alertó y salieron de allí, hacia un poco de frío y más a esa hora. El taxista las ayudó a meter las maletas en el maletero.

—¿A donde os llevo, señoritas? — preguntó el taxista mirándolas por el retrovisor.

—Al aeropuerto. — respondió Eli y el hombre arrancó.

Ella miraba por la ventanilla del coche, las calles ya se empezaban a llenar de gente y autos. Se iría 2 semanas a Moscú a disfrutar la vida y más cuando es una ciudad que ella ansiaba conocer.

Cuando llegaron al aeropuerto, las chicas estuvieron esperando al avión, ya habían empaquetado sus maletas y todo. Elisabeth miró si reloj y marcaban las 09:00 fue cuando el altavoz llamó a los pasajeros con destino a Rusia, subieron al avión y ella sonrió. Por con iba a conocer Rusia, esa ciudad que tenía su fama por las fuertes tormentas de nieve, por esas comidas y cuidad.

El avión empezó a despegar y Eli veía como el avión se alejaba de la carretera y veía como iba subiendo de altura. Ahora tenía que esperar unas horas para llegar a esa hermosa ciudad. No sabe cuándo quedó dormida.

—Eli. — la voz de su amiga la despertaba. —Ya hemos llegado. — Eli abrió sus ojos y se levantó.

Detrás de las pasajeros caminaba para salir del avión, por las ventanillas del aeropuerto de Moscú, se veía todo nevado, todo estaba blanco, era hermoso. Rusia tenía su fama y ahora Eli entendía el porqué.

—Es hermoso. — dijo Eli.

—¡Bienvenida a Moscú, amiga...

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