Capítulo 12

Ese viernes Darío se despertó con Emma enredada en sus brazos, la calidez de su cuerpo era lo único que lo mantenía cuerdo en ese momento. ¿Cómo diablos iba a hacer para no perder la razón cuando no la tuviera? Era todavía un misterio que no contaba con resolver en lo inmediato, se deshizo de su abrazo, acomodó su cuerpo en la cama y la tapó con la manta y las sábanas. Deslizó su mechón rebelde tras la oreja. Recorrió con la punta de los dedos el contorno de su cara bajando por el cuello hasta el hombro para seguir por el brazo hasta atrapar su mano, lentamente. La llevó a su corazón y luego la besó. Un beso dulce, tierno, reverente, con toda la adoración que ella le inspiraba.

Se calzó rápidamente el jean que quedó a medio abotonar, las medias y las zapatillas, pasó de un tirón por su cabeza la camiseta blanca. Antes de cerrar la puerta quedamente se volvió y la miró dormir una vez más, abrazada a la almohada fuertemente como si temiera caer. Y reconoció ese sentimiento en

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