—¿No?— La toma del rostro para que lo mire y así la tiene a escasos centímetros.
—¿Qué es lo que quieres de mí?— se atreve a preguntarle con enfado —¡Lo tienes todo! ¡La tienes a ella! ¡Ya déjame en paz!
—Simplemente no puedo…— Acerca más sus labios, tiene la tentación de besarla y cumplir de una vez por todas esos sueños húmedos que tiene.
—No te acerques y déjame en paz, no quiero que te me vuelvas a acercar, solo lo haces para hacerme daño.
—¡No, yo sé por qué carajos estoy aquí! Solo sé que te quiero besar, quitarte ese vestido y tenerte solo para mí, desnuda y ver ese lunar en tu pecho que me dan ganas de pasar mi lengua, no sabes… ¡Joder! No sabes lo difícil que es contenerme.
—No soy su presa, señor Villarreal— Intenta apartarlo, pero no puede —Si tienes tantas ganas, allá está Cloe, después de todo era lo que tanto querías.
—¡Deja de estar a la defensiva, maldición!
—¡No! ¡Y así estaré a todo momento! Cada vez que usted se me acerque, ¡lo haré! Al final es la únic