SLOANE D’MARCO
Solté un quejido de dolor y lleno de desesperación. El dolor me paralizaba, no podía huir y no me sentía capaz de proteger a mis hijos. Comencé a llorar y mi labio inferior temblaba mientras mis ojos buscaban a alguien que me pudiera auxiliar, pero de pronto me sentí rodeada de enemigos.
Cerré los ojos con todas mis fuerzas cuando escuché que el doctor me llevaría a la sala de partos.
—¿Desea estar durante el nacimiento? —preguntó el doctor de manera gentil hacia Jonathan.
—Nada me encantaría más —contestó él, tomando mi mano por la fuerza y dejando un beso en el dorso—. ¿No, mi amor?
Los camilleros me llevaron presurosos por los pasillos y yo sabía que Jonathan nos seguía de cerca. Comencé a gimotear y suplicar, pero nadie me prestaba atención. Todo el equipo estaba listo para recibir a mis bebés y volteé en todas direcciones, buscando a Jonathan, temiendo que él estuviera listo para recibir a mis princesas y arrancármelas del corazón, hasta que una enorme mano tomó