SLOANE D’MARCO
Sentí un nudo en la garganta cuando entendí que era Derek quien sostenía mi mano. ¿Cómo había llegado? ¿Cómo se había enterado? Extendí mis brazos hacia él, suplicando que me estrechara, necesitaba que me dijera que todo estaría bien, que me protegiera, necesitaba esa paz que me brindaba cada vez que me envolvía.
Sin dudarlo, pasó su brazo por mis hombros y de pronto eclipsó con su presencia todo a mi alrededor. Me aferré con ambas manos a su brazo y escondí mi rostro en su pecho, sintiendo que no había nada más que nosotros dos, incluso el dolor se volvió más tolerable y mi miedo desapareció por completo. Fue como si su amor me llenara de energía y determinación.
—Lo harás bien… —susurró en mi oído—. Como siempre.
Una nueva contracción me hizo retorcer de dolor y encajé mis uñas en su brazo, pero no hizo ningún quejido, ni siquiera su piel tembló.
—Perdón… —murmuré agotada, con lágrimas en los ojos y a cambio recibí un tierno beso en la frente.
—Mi precioso ángel,