DONNA CRUZ
Aunque me sentía segura con Piero al lado, porque claramente era como estar encerrada en la celda con un feroz león que no planea comerte a ti, no podía dormir. Todo mi pasado, mis primeros pasos en este país y todo lo que hice para sobrevivir no me hacían sentir orgullosa, pero lograron su objetivo, ¡hacerme sobrevivir! Tal vez por eso ahora me dedicaba a ayudar a los demás, a ser más prudente con las noticias que deseaba cubrir, aunque mis métodos no fueran ortodoxos y los riesgos fueran altos.
Suspiré profundamente con la mirada fija en el techo mientras algo me decía en mi interior que ya se acercaba la hora de que me transportaran a otro lado.
—¿De dónde eres? —preguntó Piero. Cuando volteé él seguía dándome la espalda y dudé que su pregunta en verdad la hubiera hecho y solo fuera producto de mi imaginación.
—México… —susurré con nostalgia.
—Estás muy lejos de casa —agregó fríamente—. ¿Por qué Italia? ¿Por qué no Estados Unidos o Canadá?
—Canadá es muy frío, más frío