JIMENA RANGEL
Se me complicó mucho abrir los ojos, parecía que tenía los párpados adheridos con pegamento, además mi garganta se sentía seca y adolorida. Con dificultad comencé a ser consciente del cuarto en donde estaba. Era una habitación bastante linda, parecía de las más caras que tenía el hospital.
Mi cerebro tardó un poco en procesar las cosas, pero mi corazón fue más rápido. Antes de que pudiera emitir cualquier palabra, vi a Bennet y Sofía en la puerta, abrazados. Parecía que llevaban un par de minutos así. El abrazo era gentil y cariñoso. Sofía tenía los ojos cerrados y Bennet tenía el rostro escondido en su cabello. Cerré la boca cuando noté que se me había desencajado la mandíbula.
Cuando desvié la mirada hacia el otro lado me encontré con la mirada de Louis, quien parecía horrorizado. Se acercó a mí mientras comenzaba a carraspear de manera teatral.
—¡Nuestra bella durmiente despertó por fin! —exclamó. Sabía que todo lo estaba haciendo para que ellos se dieran cuenta de