DONNA CRUZ
De pronto la luz me cegó por breves segundos, era tan blanca que dejó manchones morados pintados en mi retina. El doctor me tomó por las caderas y me subió a la cama que tenía detrás, arrugando el papel que la cubría.
Apretando los ojos constantemente, intenté enfocar la mirada, el hombre caminaba de un lado para otro en silencio, sacando material y poniéndolo en su mesita auxiliar. Cada artefacto era más grande y retorcido que el anterior.
—¿Estás lista para ser examinada? —una voz femenina se unió al ruido del metal chocando con el metal. Frente a mí se plantó lo que parecía una enfermera. Se ajustó los guantes de látex frente a mí antes de quitarse el cubrebocas, mostrándome sus labios rotos e inflamados. Mi rostro cambió por sorpresa, pues pese a la peluca y otros accesorios, la reconocí cuando su boca se entreabrió, mostrándome un par de dientes rotos.
—Carla… —dije en un susurro mientras mi corazón se detenía.
—Aprenderás a no meterte donde no te llaman —agregó con