ELIOT MAGNANI
Después de visitar la empresa, específicamente el área de informática donde pedí que se encargaran de todas esas publicaciones tóxicas que solo perjudicaban a Cristine, decidí regresar a casa.
Había amenazado con quedarme con mi hijo el resto del día e Ivette había intentado unirse a nosotros, pero mientras le mostraba la empresa a Mario, ella se quedó en la casa como único consuelo. Estaba loca si creía que se volvería parte de mi vida.
Ya había contactado a mis abogados, era obvio que le quitaría al niño en cuanto pudiera e incluso solicitaría una orden de restricción para que no pudiera verlo. Era una mala madre y no me sería difícil comprobarlo ante la corte.
—¡Mira papá! ¡Es la señora Cristine! ¡La mamá de los trillizos! —exclamó Mario desde el asiento tra