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Quizás sueno como un verdadero pervertido, pero mi cuerpo sobre ella inmovilizandola es una tortura que quiero seguir sintiendo. Sin embargo, ella sigue luchando, como si pudiera con alguien como yo.
— Escúchame muy bien, Emma Dalton — gruño, a centímetros de su bello rostro y la tengo sujeta de las muñecas sobre su cabeza — Este bufón como has dicho, es el infierno aquí en la tierra — comienzo a decir y por primera vez, puedo ver un poco de pánico en su mirada, terror de verdad — Soy el hombre que te arrancará el corazón con mis propias manos incluso antes de quitarte la ropa — paseo la yema de mis dedos por el valle de sus senos y deja de forcejear temblando por completo y con los ojos empañados — Yo seré la puta tentación más ardiente que tendrás en tu miserable y patética vida.
— Por favor… — titubea, comienza a ahogarse con las lágrimas — Sueltame…
— ¿Ahora me suplicas? — mi lengua acaricia su rostro — ¿Sabes? No ha existido nadie en este mundo que viva luego de tocarme — aprieta los labios y puedo sentir como la sangre hierve en mis venas, sintiendo como el cuerpo me quemara con la ira que estoy comenzando a sentir por no poder cumplir mis deseos más bajos.
— ¡Entonces acaba conmigo de una vez! — grita con desespero.
Contengo las ganas de gritarle a la cara que me encantaría, que deseo cortar su lindo cuello y llenar mis manos con ese líquido rojo que tanto he perseguido, pero no puedo. Soy un hijo de perra egoísta que solo quiere rodear ese bonito cuello mientras la estoy follando.
Inclino un poco más mi rostro y con un rápido movimiento sostenido su pulso entre mis manos, quedandome allí más tiempo del necesario.
— En lo único que pienso ahora mismo, es en destruirte — susurro sobre sus carnosos labios — Rasgar tu ropa y dominarte hasta que supliques por más.
— Te odio — contiene el llanto — Jamás vas a tenerme — me hace sonreír — Nunca sería capaz de acostarme con alguien como tú — me carcajeo de su absurdo comentario y nuevamente mi lengua se pasea por su bello rostro.
— Mira tú que ironías de la vida, justo ahora estoy sobre tí — me le burlo en la cara.
— Solo quiero que me dejes en paz, ¿Eres incapaz de entenderlo? — forcejea nuevamente, pero el vaivén solo sigue provocandome.
— No le hago caso a las palabras de una mujerzuela — sigo provocandola — Aunque si puedo jurarte algo nena — miro sus destellantes ojos — Te vas a arrepentir toda la vida por haberte cruzado en mi camino.
Su rostro palidece complaciendome cuando traga lentamente al saber que mis palabras van enserio. Su mirada aterrada por saber si mis amenazas son ciertas o solo un juego mental y tortuoso que utilizo sobre ella. Ahora, está bajo mi dominio, bajo mi cuerpo aprisionando sobre el colchón. Es una pesadilla que me revuelve los jugos gastricos e imagino las mil formas de tortura que tengo para ella, sobre una mesa, atada de manos y pies con su cuerpo totalmente desnudo para ser venerado, explorado y consumido por mi.
Mis ojos bajan hasta sus pechos y mi propio pulso se acelera, sin poder evitar que mi lengua recorra su cuello y mi nariz olfatee su delicioso aroma y su miedo.
— ¿Q-qué estas haciendo? — jadea, lo que me complace.
— Estoy pensando en las formas que acabaré contigo — en una verdad a medias.
Su pecho sube y baja con la respiración acelerada, mi mano se coloca encima sintiendo el latir de su corazón y saboreando la calidad de su piel con la yema de mis dedos.
— No quiero que me lastimen… — susurra quebrándose ante mí.— ¿No crees que es muy tarde para tus peticiones, nena? — subo lentamente mi mano a su cuello, haciendo un poco de presión — Ahora, solo puedo pensar en acabar con tu miserable vida.
— ¿Qué quieres de mí? — Tiene la voz estrangulada y eso solo me enciende más.
La comisura de mi boca se eleva en una sonrisa siniestra. No sabe en lo que se ha metido al conocerme.
— Todo — determino — Lo quiero absolutamente todo de ti, cada parte tuya quiero que sea mía.
Este soy yo, el que no le importa absolutamente nada, quién lleva el apellido más temido en Italia, Moscú y el mundo entero. Pocos conocen mi verdadero ser, pero los que han tenido la oportunidad de hacerlo, no viven para contarlo. Soy mucho peor de lo que ella cree, su mirada es demasiado inocente y al mismo tiempo llena de valentía, pero acercarse le traerá problemas si no entiende que volver a cruzarse en mi camino la destruirá.
Quiero callar a los demonios que viven dentro de mí y que gritan desesperados para que me desahogue de todo esto que estoy sintiendo cada vez que la veo. Es una tonta masoquista que corresponde a mis caricias prohibidas mientras tiembla con mis amenazas. Ahora le toca vivir bajo el infierno de un hombre completamente oscuro, que va consumiendo en llamaradas de fuego todo lo que toca a su paso, como un ser infernal donde hago absolutamente todo lo que sea necesario, para conseguir lo que quiere. Y ella, es justamente lo que tanto deseo tener.
— Azahel… — murmura mi nombre con la voz apagada y cerrando los ojos.
— Dime cariño — beso su mentón.
— Te odio…
— Yo también te odio — mi mano aprieta más su cuello y se que poco a poco hago que pierda oxígeno hasta que finalmente cae desmayada sobre mi cama y entre mis brazos.
Sonará bastante egoísta de mi parte si digo que su atracción por este mundo y después condenarla a una oscuridad absoluta donde voy consumiendola, es capaz de hacer que acaba con la vida de cualquiera que se atreva a tocarla quitandome la fascinación de volver a ver sus ojos grises y el desafío de su dulce voz, una que irónicamente odio.
No cambiaré lo que soy, ni dejaré de ser el hombre cruel y despiadado que mis enemigos conocen, mucho menos por ella.
— Jamás permitiré que me beses — susurro a escasos centímetros de sus deliciosos labios que me tientan viéndola allí, tan frágil — Si lo hago, voy a condenarte al infierno que soy, y será para siempre.
Acaricio su rostro, pensando que soy una bestia que va a consumir su alma por completo. Y ella lo sabe perfectamente.
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