Lindsey en poco tiempo se había convertido en una reconocida diseñadora de la ciudad, era solicitada por las novias de la región para que diseñara sus vestidos de novias y los de las damas de honor.
Dos meses después, Lindsey se encontraba en su taller dándole los últimos retoques a un vestido de novia que iba a ser enviado a una de las casas de moda más reconocidas en Florencia.
—¿Viste la hora que es y nos has almorzado? —con los brazos cruzados refunfuñó su asistente.
—Isa ya termines de dar los últimos retoques al vestido que se debe enviar hoy mismo a la señora Magnolia —sonriendo se levantó con dificultad, ya que su pronunciado vientre a duras penas la dejaba trabajar—. Te estaba esperando para que me acompañaras a comer, se me antojo un rico espagueti a la carbonara, con una deliciosa malteada de chocolate.
Isa, dando pasos cortos, se acercó a su jefa y le ofreció el brazo, regañandola le expresó.
—¡Lin! Tienes que alimentarte bien, no puedes pasarte de la hora de comer.
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