El aire estaba cargado de una extraña mezcla de incredulidad y emoción, a pesar de estar en medio del bosque, era como si el mundo mismo contuviera la respiración. Alanys permanecía inmóvil, con sus ojos incrédulos clavados en la figura que se alzaba frente a ella. Amelia, para ella parecía emerger de las sombras como un espectro, con su silueta envuelta en la penumbra y una mirada que destilaba tanto sufrimiento como determinación. Alanys pensó por un momento que su mente le estaba jugando una cruel broma. Pero entonces, Amelia dio un paso hacia ella, con paso firme pero cargado de una inexplicable melancolía.
—Alanys... —Murmuró Amelia con una voz que llevaba el peso de mil tormentos. Antes de que pudiera decir algo más, Alanys se lanzó hacia ella, cerrando la distancia entre ellas en un instante.
El abrazo fue desesperado, como si intentara convencer a su propio corazón de que lo imposible se había hecho realidad. Alanys no podía contener las lágrimas; sus sollozos resonaron en la