Cuando Mia abrió los ojos, ya no eran humanos. Eran puro poder, eran ira divina, eran la venganza hecha carne.
Deimos cayó de rodillas, no por sumisión, sino por el puro peso de lo que estaba presenciando.
—¿Qué has hecho? —Logró preguntar en un murmullo.
Mia lo miró, y en ese momento, él lo supo… La mujer que había amado ya no existía.
Lo que quedaba era la Luna hecha ira. Lo que quedaba era la Tormenta y Velkan nunca volvería a ser el mismo.
El grito de Mia no se apagó. Se expandió como una onda de choque, derribando murallas, astillando vidrieras centenarias, arrancando árboles de raíz. Los soldados en el sur se cubrieron los oídos, sangrando por la nariz, pero las sombras… las sombras gritaron.
Era un sonido agudo, como cristales rompiéndose bajo presión, llenó el aire. Las criaturas oscuras se retorcieron, sus formas perdiendo cohesión, disolviéndose en jirones de humo negro que la luz plateada de Mia devoró.
Lukas se tambaleó, clavando su espada en el suelo para n