Capítulo 6
Mirando la grabación en mi teléfono, se la envié a Rocco, Anthony y Lily con solo un toque. Luego, también le envié una copia a los Consejeros de la familia Falcone.

Ese audio captó cada palabra que Sofia había dicho: “Fui yo quien puso los bichos en tu ropa, quien te empujó desde la plataforma y quien envenenó tus suplementos. Todo fue culpa mía. Verte cada día más débil durante años me ha dado muchísima alegría. Pronto, cuando mueras, tomaré mi legítimo lugar como la mujer de Rocco”.

Saqué la tarjeta SIM y me desconecté por completo. En mis últimas veinte horas, finalmente hice algo de lo que podía estar orgullosa. En ese momento, solo quería irme en paz.

Estaba completamente oscuro afuera y las luces de neón del motel parpadeaban fuertemente. Arrastré mi débil cuerpo fuera de la habitación y me dirigí hacia el Restaurante de Rosa, el único lugar en el mundo que todavía me recibiría.

Caminé unos diez minutos antes de llegar al restaurante. Mirando a través de la ventana, vi a Rosa limpiando una mesa, lo estaba haciendo con mucha delicadeza y concentración.

Abrí suavemente la puerta y dije: —Señora Patterson.

Ella levantó la vista y me vio, e inmediatamente su rostro se tensó por la preocupación.

—¿Qué te pasa, Claire? Te ves terrible —dijo Rosa.

Yo le pregunté: —¿Puedo quedarme aquí un rato?

Rosa dejó inmediatamente el trapo y me contestó: —Por supuesto. Siéntate y descansa, no te ves bien. ¿Qué te parece si te caliento algo?

No me hizo ninguna otra pregunta, simplemente me preparó algo de comer. Ese simple gesto de bondad sin pedir nada a cambio hizo que mis ojos se llenaran de lágrimas.

Al poco rato, ella puso en la mesa un tazón con caldo de pollo y me dijo: —Bébelo, te sentirás mejor.

Tomé pequeños sorbos de la sopa y sentí cómo el calor aliviaba un poco el frío que había dentro de mí.

Ella me preguntó suavemente: —¿Qué te impide ir a casa?

Yo respondí con calma: —Ahora estoy sola, me echaron.

Rosa me miró y sus ojos se llenaron de tristeza mientras me contaba: —Nunca te lo mencioné, pero yo tenía una hija de tu edad. Un día, ella quedó atrapada en un tiroteo en la calle y una bala perdida la mató. Si estuviera aquí, sería tan encantadora como tú.

Ella levantó la mano y me acarició suavemente el cabello, como una madre consolando a su hija.

—¿Dejarías que te cuide, Claire? Piensa en ello como si fuera algo que hago por mi hija —sugirió Rosa.

Al escuchar sus palabras, ya no pude contenerme más y comencé a llorar incontrolablemente, pues por primera vez en años, sentí lo que realmente era el amor de una madre.

No tenía nada que ver con lo fuerte que fuera o lo que pudiera hacer por la familia, aquel era un amor completamente incondicional.

Rosa me ayudó a ponerme de pie a la vez que me decía: —Ven conmigo. Vamos a la parte de atrás para que puedas acostarte.

Su habitación era sencilla pero acogedora. Había una foto de su hija colgada en la pared, en la cual ella tenía una sonrisa radiante.

Rosa me puso un vestido limpio y luego me peinó suavemente el cabello.

—Tu cabello es muy bonito. Es como la luz de la luna de esta noche —comentó.

En ese momento, descansé mi cabeza sobre su hombro, sintiendo una sensación de seguridad que nunca había conocido. Incluso el dolor en mi cuerpo pareció aliviarse un poco.

—Gracias, señora Patterson —le dije.

Ella habló con voz entrecortada: —No seas tonta, cariño. Tú eres la que me ha hecho sentir nuevamente como una madre.

Mis ojos se volvieron pesados y el mundo se desvaneció. Mi vida se iba apagando lentamente, pero nunca había sentido una paz tan profunda. Al menos alguien realmente se preocupó por mí al final.

Rosa murmuró: —Gracias, cariño. Tú me haces recordar a mi hija.

Quisiera haberle respondido, pero no tenía fuerzas para hablar. Mi cuerpo se iba haciendo cada vez más ligero, como si lo que quedaba de mí se estuviera deslizando de aquella desgastada carcasa.
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