Capítulo 4
Lily vio la sangre en la esquina de mi boca y su expresión se suavizó por un segundo. En ese momento, a través de sus ojos, vi un destello de la madre cariñosa que solía ser.

Sin embargo, al siguiente segundo, Sofia comenzó a llorar más fuerte, por tanto, mi madre rápidamente apartó la vista y se giró para consolar a su “querida hija”.

—¿Cómo te sientes, cariño? ¿Debería llamar a un doctor?

Yo limpié mi sangre con la mano y me levanté lentamente del suelo.

En un ricón de la pequeña habitación se encontraba una maleta destartalada que tenía lista desde hacía un tiempo, y dentro de ella estaban las pocas ropas que tenía, pues en los últimos días, me había estado preparando para irme.

Ellos me miraron boquiabiertos y luego comenzaron a decirme frases cargadas de sarcasmo.

La expresión de Anthony estaba llena de frialdad mientras me decía: —¿Qué es esto? ¿Crees que ahora eres demasiado importante para la familia? ¿Te vas a ir?

Él se detuvo por un momento y después me explicó: —Todo lo que hacemos es disciplinarte por tu propio bien. ¿Por qué no puedes ver que solo queremos lo mejor para ti?

Lily me presionó diciéndome: —¿Crees que huir resuelve tu problema? Nunca cambias, Claire. Siempre huyes en el momento en que las cosas se ponen difíciles. Supongo que Anthony tiene razón, tenemos una hija que no sirve para nada.

Después de poner suavemente a Sofia en la cama, Rocco se giró hacia mí. La mirada en sus ojos era gélida y llena de desprecio cuando me preguntó: —¿A dónde irás?

Yo respondí: —Me alejaré del territorio de la familia Falcone.

Él elevó la voz bruscamente para decirme: —¿Tienes idea de lo que estás diciendo? En el momento en que salgas de nuestro territorio, ya no serás una de nosotros y también serás el blanco de todos nuestros enemigos.

Estaba tan acostumbrada a que me decepcionaran que ni siquiera me afectó su comentario. Después de escuchar la misma amenaza tantas veces, dejé de tener miedo a perder esa “familia”, ya que nunca me dio la sensación de estar en casa.

Arrastré mi maleta hacia la puerta y comenté: —Genial, de todos modos, no pertenezco aquí.

Después de todo, ya tenía un pie en la tumba.

Arrastrando mi maleta, me dirigí hacia la puerta y no volví a darme la vuelta.

***

Rocco, al ver a Claire así, sintió como si le hubieran dado un golpe en el estómago. Él tenía la sensación de que algo no estaba bien y con cada palabra dura que le decía, él sentía como si le estuvieran arrancando el corazón, pero su orgullo y su rabia no le permitían ver las cosas claramente.

Se dijo a sí mismo que ella era la causa de su dolor, él culpó su debilidad e incompetencia por su sufrimiento.

Sin embargo, todavía no entendía lo que le estaba pasando, así que rompió un vaso por la frustración.

El sonido del vidrio rompiéndose se escuchó detrás de Claire y sus fragmentos se esparcieron por el suelo, brillando bajo la luz.

Rocco estaba de pie junto a la ventana del segundo piso, con los ojos llenos de ira. Su voz temblaba mientras gritaba: —¡Claire, vuelve aquí!

Me detuve y eché un último vistazo al lugar que alguna vez llamé hogar. La luz de la luna cubrió las paredes de la villa, haciéndola lucir fría y vacía.

Yo dije firmemente: —Si alguna vez miro atrás, perderé todo lo que amo.

El aire de la noche me golpeó en el momento en que salí por la puerta, este olía a libertad, pero también llevaba un toque de algo definitivo.

Rocco, desde la ventana, vio como Claire se iba y sus palabras de despedida lo hicieron temblar.

Él sabía que ella no estaba del todo bien y el miedo a que le pasara algo en la noche helada lo atormentaba.

Él anhelaba decirle que no quería desterrarla de la familia y nunca deseó que ella se fuera.

Todo en él quería perseguirla, pero entonces Sofia se giró y le sonrió dulcemente mientras le decía: —¿No lo ves, Rocco? Después de llegar al fondo, volverá hacia ti arrastrándose. Ella aprenderá la difícil lección de que no es nadie sin la protección de la familia Falcone.

Esas palabras hicieron que el pecho de Rocco se contrajera con una leve irritación que no podía nombrar.

Él bajó su mirada sin decir ni una palabra. Nadie notó que sus puños apretados temblaban, ni la sangre que goteaba de donde sus uñas que se clavaban en sus palmas.
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