Mateo llegó al hospital donde yo estaba a la máxima velocidad posible.
Pero por más que buscó, no logró encontrar ni rastro de mí.
Preguntó en el hospital y solo le confirmaron que ya me había ido.
Sin rendirse, llamó a ese amigo, y este le dijo que ya hacía dos horas que me había visto entrar al quirófano.
Tras no conseguir nada en el hospital, regresó a casa de su madre.
Sin importarle que ella estuviera en la sala tomando mate, subió directo al segundo piso.
Aunque revisó todas las habitaciones, no halló ninguna señal de mí.
Una pésima sensación comenzó a apoderarse de él.
Por más que miraba, no quedaba ningún rastro mío.
—Mamá, ¿dónde está Valentina?
La ansiedad le provocó un sudor frío.
A diferencia de su inquietud, su madre permanecía serena en el sofá.
—Valentina abortó y se fue de la ciudad. Esto es lo que me pidió que te diera.
Dejó la taza de mate y tomó el acuerdo de divorcio de la mesa.
Al leer esas palabras, Mateo abrió los ojos desmes