Estas rosas, incluso fuera de un espacio cerrado, me hacían toser, provocaban náuseas y estornudaba sin control.
Al taparme la nariz y la boca con disgusto, él finalmente cayó en la cuenta.
Como queriendo congraciarse, tomó el ramo de rosas y se apresuró a dejarlo fuera de la cafetería.
—Sobre el divorcio, supongo que tu madre ya te lo habrá dicho. Ya que viniste a buscarme, me ahorras iniciar el proceso legal.
Esa era la razón principal por la que había accedido a sentarme frente a él.
Habían pasado seis meses desde que me fui.
No quería alargarlo más, solo resolverlo rápido.
Al escuchar mis palabras, la luz en sus ojos se apagó al instante.
Pero para mí, aparte del divorcio, no creía que tuviéramos nada más de qué hablar.
—No me divorciaré de ti. Vine esta vez con la esperanza de que regreses conmigo.
¿Regresar con él?
Qué ridículo.
¿Acaso soy alguien tan falta de amor propio?
¿Para que me tenga a su disposición y me bote cuando se le antoje?
Apenas habí