Cómo Controlar Lo Incontrolable
Apartamento de Nate – Atardecer en Central Park West
La luz dorada de la tarde entraba por los ventanales con ese filtro cálido y engañosamente apacible que a Nate le parecía una burla. De pie frente a la isla de mármol de su cocina, con la camisa aún remangada y la corbata medio deshecha, sostenía los resultados en la mano como si fueran dinamita.
Hemoglobina baja. Fatiga persistente. Mareos.
Los leyó otra vez. Por quinta vez. Como si las palabras fueran a cambiar por puro agotamiento visual. No lo hicieron.
Claire se había encogido de hombros cuando Briana mencionó los síntomas. Lo había llamado normal. Luego volvió al hospital, como si su cuerpo no estuviera intentando decirle algo. Como si la vida dentro de ella no le importara. Como si él no importara.
Pero sí importaba. Le importaba. Maldita sea.
Soltó los papeles sobre la barra con un golpe seco. Sus nudillos estaban blancos. Caminó por el apartamento en círculos. Su casa, ese santuario de contro