Sonia golpeó suavemente la ventanilla.
—¡Señora! —a pesar de que Sonia le había corregido varias veces, Wilmer seguía llamándola así. A estas alturas, ella ya no se molestó en corregirlo y solo asintió—. ¿Qué hace aquí?
—El señor Campos está de viaje —explicó Wilmer—. Fue al extranjero, volverá en una semana aproximadamente. Me pidió que le entregara esta invitación y boleto de avión.
Sonia se sorprendió al ver que era la misma invitación a la subasta que Andrés le había mostrado antes, la que ella había dejado en Valle Verde al marcharse. No esperaba que Andrés se la enviara de nuevo, y menos aún que incluyera un boleto a Ciudad Celeste.
—¿Señora? —la voz de Wilmer la sacó de sus pensamientos, mirándola con extrañeza.
Sonia volvió en sí. —No voy a aceptarlos.
—Pero... señora, el señor Campos los preparó especialmente para usted. Conoce su carácter, raramente se humilla para hacer algo, usted...
—Nuestra relación ahora es puramente... transaccional. Además, a esa subasta asistirá mucha