Sonia guardó silencio.
Andrés pensó que la conversación había terminado.
Pero al momento siguiente, Sonia dijo inesperadamente: —Gracias.
—¿Gracias por qué?
¿Le agradecía en nombre de Leandro?
Aunque ese había sido el objetivo inicial de Andrés, escuchar esas dos palabras de la boca de Sonia le resultó muy doloroso.
Se dio la vuelta bruscamente y la miró: —¿Y eso es todo? ¿Así sin más?
Sonia no se resistió, solo lo miró fijamente con sus ojos húmedos.
La luz de la luna se había vuelto más brillante.
Al caer sobre su rostro, la hacía parecer aún más dulce y serena.
Andrés la miró durante mucho tiempo.
Finalmente, extendió la mano y acarició su mejilla.
Curiosamente, entre ellos ya habían compartido momentos mucho más íntimos.
No era la primera vez que tocaba su rostro.
Pero este gesto tan tierno ahora era como una corriente eléctrica que pasaba de sus dedos a la piel de ella, y luego regresaba.
Los dedos de Andrés se encogieron ligeramente, y Sonia sintió una incomodidad. Estaba a punto