Al regresar a Villa Azulejo, Sonia descubrió que Andrés ya había llegado.
Tenía una maleta abierta junto a sus pies y estaba revisando unos documentos.
Al oír ruido, levantó la cabeza primero.
Cuando sus miradas se encontraron, Sonia de repente no supo qué decir.
Justo cuando estaba a punto de desviar la mirada, Andrés dijo —Tengo que viajar por trabajo.
—Oh.
—A Estados Unidos, al menos una semana.
—Entendido.
La respuesta de Sonia fue muy simple.
O mejor dicho... evasiva.
Andrés naturalmente lo notó.
Pero no se enfadó. Después de una pausa, preguntó —¿Quieres venir conmigo?
Esta pregunta sorprendió a Sonia, e instintivamente quiso rechazar.
Andrés, como si anticipara su respuesta, decidió por ella —Vendrás conmigo.
—No iré.
—No tienes opción.
—¿Por qué? ¿Acaso vas a atarme y subirme al avión?
—Porque eres mi esposa, según nuestro certificado de matrimonio.
Mientras hablaba, Andrés arrojó los documentos dentro de la maleta y luego cogió algunas prendas de Sonia y también las metió.
Son