No hubo boda. Mis papás me llevaron casi a empujones al Registro Civil y firmé el acta con Adrián. Temían que me arrepintiera, así que me dejaron oficialmente registrada en la familia Pérez.
Con Adrián fui totalmente honesta sobre mi primera relación con Hugo.
Él escuchó en silencio, tomó mi muñeca y, al rozar la cicatriz rosada, dejó ahí un beso que me estremeció.
—De lo de las cámaras me encargo yo. Tú no te preocupes. Cuando tu muñeca esté bien, vamos por tu vestido de novia.
Asentí y lo vi feliz, ocupado con los preparativos de nuestra fiesta de compromiso: elegir el lugar, mandar traer flores por avión, escribir las invitaciones a mano, contratar a un equipo para mi look de boda.
Seis años giré alrededor de Hugo. Cortar con eso me dejó ligera, como si por fin me quitara un costal de los hombros.
Entendí que el amor se corresponde: no es uno pidiendo y el otro dando sin fondo.
A los dos días, Adrián me avisó que lo de las grabaciones estaba aclarado.
En la empresa ya sabían que tod