Él no entendía realmente por qué estos tipos lo miraban de esa manera tan desagradable.
En ese momento, otro hombre dijo: —No soporto a gente como tú, que llega aquí con un poco de dinero y se hace el importante y, luego se va presumiendo.
—¿Y a mí qué me importa si soy del campo? — respondió con desprecio Simón.
—Oye, campesino, me da asco solo de verte, ¿me vas a morder? — se burló el hombre.
La expresión de Simón se volvió sombría, en ese momento Pilar intervino rápidamente: —Señor, mejor vámonos, las fichas están muy pesadas, casi no puedo llevarlas.
Simón refunfuñó y se dio la vuelta para irse, Pilar lo siguió rápidamente.
—¡Jaja…! un campesino es solo un puto campesino, eso es todo lo que tienen, ven, vamos a sentarnos y jugar, — dijo el hombre, invitando a sus compañeros a sentarse y comenzar de nuevo a jugar cartas.
Mientras tanto, Simón y Pilar llegaron a su habitación.
Pilar colocó cuidadosamente las fichas sobre la mesa de centro y le sonrió: —Señor, realmente tiene la mejo