—No pienses ni por un segundo que puedes irte, a menos que lamas mis zapatos a fondo y lo tomes como una disculpa adecuada, — dijo la mujer de manera arrogante.
Simón estaba sin palabras. Se volvió hacia ambos y dijo seriamente: —No deberían meterse conmigo. En serio, dejen de provocarme. Todavía tengo asuntos muy importantes que atender, de lo contrario, ustedes dos ya estarían en aprietos.
—¿Qué estás diciendo? — la mujer apenas podía creer lo que estaba escuchando.
El hombre de las gafas de sol, por otro lado, se quedó atónito por un momento y luego estalló en grandes carcajadas. —Esto probablemente sea la broma más ridícula que he escuchado en toda mi vida. ¿Todavía piensas que no puedo enfrentarme a ti? ¿Quién demonios te crees que eres?
—No merecen ni siquiera conocer mi nombre. Lárguense de aquí, — reprendió Simón con gran enojo, mientras llamaba a Lucía para confirmar su ubicación.
En ese momento, el hombre de las gafas de sol y su compañera se enfurecieron aún más. Al mismo ti