En la carretera a unos cuantos kilómetros del pueblo, Miguel y Laudencio estaban sentados en el auto, esperando por más de dos horas...
Justo cuando ambos estaban a punto de quedarse dormidos, alguien golpeó la puerta del auto. Y al voltear, vieron a Simón, que llevaba a un anciano algo descuidado, acercándose apresurados al auto.
—¡Hermano, si no llegabas, ya nos estábamos quedando dormidos!
—¿Él es... el viejo del que me hablaste por celular?
Al ver a Simón llegar, Miguel y Laudencio bajaron atentos del auto para ayudar a acomodar al anciano discapacitado en el vehículo.
—Así es.
—Primero volvamos a Isla Lacustrina, y luego discutiremos el siguiente plan. Desmantelar la corrupción en la industria médica de Valivaria no será tan simple como lo pensamos en un principio.
—De acuerdo.
—Entonces, regresemos y lo discutimos allí.
Simón, Miguel y Laudencio intercambiaron unas cuantas palabras y luego se dirigieron en el auto hacia la ciudad.
Mientras tanto...
Después de asegurarse de que Si