De inmediato, los dos guardaespaldas irrumpieron en la habitación. Alodia miró a Vera con furia, pero finalmente hizo un gesto y ordenó: —¡Salgan!
—¿Señorita? — los guardaespaldas dijeron con dificultad.
Alodia gritó furiosa: —¡Les dije que se fueran, ¿acaso no escucharon?
Los guardaespaldas, resignados, salieron de inmediato de la habitación.
Alodia miró fijamente a Vera con rencor.
Vera peló una rodaja de naranja y se la introdujo en la boca, murmurando en voz baja: —Está realmente muy dulce.
Vera comía la naranja con una sonrisa en el rostro mientras observaba de cerca a Alodia.
Después de un largo rato, Alodia se recostó poco a poco y dijo: —Vete, nunca quiero volver a verte.
—¿Olvidaste lo que dijiste? — Vera sonrió por un instante y dijo: —Dijiste que los hombres no son buenos. Volví a confirmar si era verdad del todo, como parte de nuestro antiguo juramento. ¿No lo recuerdas?
—Vete, no quiero verte, — dijo Alodia con gran indiferencia.
Vera se levantó y sonrió al instante: —Si