La ropa de Simón fue totalmente deshecha en un abrir y cerrar de ojos.
Simón, sin dejarse intimidar, con apenas unos cuantos movimientos, redujo el precioso vestido de Xoana a ligeros pedazos esparcidos por el aire, dejando, colgando de su cuerpo un collar de perlas blancas.
Pronto, una tormenta de furia y velocidad total se desató terriblemente sobre ellos. Xoana gritó de dolor antes de ser abrumada por una gran felicidad.
Después de media hora intensa, ambos yacían sudorosos y exhaustos en el sofá.
Xoana se aferró con firmeza a Simón con una expresión sonrosada y una sonrisa de felicidad.
—Lo siento mucho, — dijo Simón de repente.
Xoana sacudió con ligereza la cabeza: —No digas eso. Sé todo sobre tu relación con la presidenta Daniela.
—Entonces, ¿por qué...? — comenzó Simón.
—Lo hago de todo corazón. No puedo resistir tu inigualable encanto. ¿Soy muy tonta por eso? — Xoana sonrió con gran amargura.
Simón suspiró sin responder siquiera a esa pregunta.
Al día siguiente por la mañana, S