—Tranquilo, hermano. Deja este asunto en mis manos —respondió en ese momento Miguel.
Después de la comida, Abel comentó:
—Últimamente, mientras no tenía nada que hacer, estuve practicando mis habilidades de conducción. Ahora puedo decir que he alcanzado la cima.
Simón sonrió ligeramente, le dio una palmada en el hombro y dijo:
—En lugar de dedicarte a entrenar seriamente, estás practicando conducción. Parece que no has perdido ese espíritu juvenil, Abel.
Abel respondió con una agradable sonrisa:
—Por supuesto. Aunque entrenar es fundamental para un practicante, un poco de entretenimiento nunca está de más.
Miguel añadió:
—Está bien. Hagamos una competencia para ver quién es más rápido.
—¡Perfecto! —exclamó ansioso Abel: — Vamos a tomar dos autos y correr un circuito.
Miguel miró sorprendido a Simón, levantó un dedo y dijo:
—Solo un auto.
Abel, confundido, preguntó:
—¿Cómo vamos a competir con un solo auto?
Miguel explicó:
—Tú conduces la primera mitad, yo