Desperté con los primeros rayos de sol filtrándose a través de las cortinas entreabiertas, mi cabeza aún pesada por el vino de la noche anterior. Me tomó algunos segundos registrar dónde estaba —y más importante, con quién. Christian dormía profundamente a mi lado, un brazo aún flojamente alrededor de mi cintura. Observé su rostro relajado en el sueño, tan diferente de la expresión controlada que mantenía cuando estaba despierto.
Cuidadosamente, me liberé de su abrazo y me levanté. Teníamos un vuelo que tomar —hacia Italia. La idea aún parecía surreal, casi cómica. Yo, que nunca había salido siquiera de Argentina, ahora embarcaría hacia una luna de miel en Montepulciano.
Por suerte, tenía un pasaporte válido. Eduardo había insistido en que todo el equipo de RP de Valle del Sol tuviera documentación internacional en orden, alegando posibles viajes a ferias de vino en el exterior. Una de las pocas cosas útiles que había hecho por mí, después de todo.
Mientras me vestía, Christian desp