El jueves por la mañana, un murmullo diferente se apoderó de la oficina. No era la usual charla sobre reuniones o plazos ajustados, sino algo mucho más animado, casi festivo. Las personas se aglomeraban alrededor de las computadoras, susurrando y sonriendo de una forma que solo sucedía cuando algo social y emocionante estaba siendo planeado.
—¿Qué está pasando? —le pregunté a Bianca cuando llegué a mi escritorio, notando que hasta Margaret, la secretaria siempre seria de Nate, estaba conversando animadamente con dos colegas del departamento financiero.
—¿No viste tu correo todavía? —Bianca preguntó, sin levantar los ojos de la pantalla de la computadora, pero con una sonrisa en la comisura de la boca.
—Todavía no. ¿Por qué?
—Gran fiesta mañana —explicó, finalmente mirándome—. Celebración del cumpleaños de Alessandra. Lugar cerrado y exclusivo, un club privado en Mayfair. Todo el mundo está invitado.
Sentí mi estómago hacerse un nudo. Por supuesto que Alessandra haría una fiesta ex