Logré mantenerme ocupada por algunas horas, fingiendo revisar reportes y responder correos, pero mi mente estaba completamente en otro lugar. Cada vez que alguien pasaba por mi escritorio, tenía la paranoia de que me estaban mirando de forma extraña.
Hasta que me di cuenta de que no era paranoia. Realmente lo hacían.
Noté los susurros que se detenían abruptamente cuando yo pasaba, las miradas de reojo seguidas de conversaciones bajas. Margaret, la secretaria de Nathaniel, me había saludado con una sonrisa que parecía demasiado forzada. James, del departamento financiero, me miró de arriba abajo de una forma en que nunca lo había hecho antes.
Cuando Bianca finalmente volvió del almuerzo, a las dos y media, vino directo a mi escritorio con una expresión que mezclaba curiosidad y preocupación.
—Ok —dijo, acercando una silla a mi escritorio—, ¿por qué el radio pasillo está todo agitado comentando sobre la argentina que estaba prestando... —hizo comillas con los dedos— "favores sexuales