La llamada de Margaret llegó el martes por la mañana, mientras revisaba reportes de ventas con Bianca.
—¿Annelise? —Su voz sonó formal y eficiente—. Al Sr. Carter le gustaría que lo acompañara en la cena con los inversionistas franceses el viernes. Él cree que su conocimiento sobre el mercado argentino sería valioso para la discusión.
Sentí que mi estómago daba un salto mortal.
—Por supuesto —logré responder, intentando sonar profesional—. ¿A qué hora?
—A las ocho, en Le Bernardin. Le enviaré los detalles por correo. Gracias.
Cuando colgué el teléfono, Bianca me estaba mirando con esa sonrisa cómplice.
—¿Cena de trabajo? —preguntó, pero el tono sugería que pensaba que había algo más involucrado.
—Es trabajo, Bianca. Inversionistas franceses.
—Claro que sí —se rio—. Por eso te pusiste roja solo de escuchar sobre eso.
Intenté concentrarme en los números en mi pantalla, pero era imposible. Una cena. Con Nathaniel. Fuera de la oficina. Aunque fuera trabajo, aunque hubiera otras pe