Capítulo 26.
Capítulo 26.
—Jorge, me haces daño.
Mis palabras se las lleva el viento porque Jorge no suelta su agarre y me mete al coche sin ningún miramiento. Me empuja como si fuera un saco de papas, como si mis sentimientos y mi voluntad no significaran nada.
—¡Esto es un secuestro! —grito con impotencia.
—No si estamos casados. Además, debo recordarte que firmaste un contrato.
—¡Que tú rompiste!
—Tengo copias...
—¡Eres imposible! ¿Qué mierda quieres ahora de mí?
—¡Esa boca! Si sigues hablando así, me veré obligado a lavártela con jabón.
Me quedo en silencio, tragándome la rabia como si fuera veneno. El coche avanza sin prisa, pero con una tensión que corta el aire. No sé cuánto tiempo llevo aquí metida, pero me ha dado tiempo hasta de dormir. Entre el cansancio, el miedo y la frustración, mi cuerpo se rinde. Me despierto bruscamente cuando el coche se detiene. Al abrir los ojos, lo primero que noto es la oscuridad del lugar, rota solo por la tenue luz que se cuela desde la entrada del garaje.