Victoria gritó al escuchar ese disparo que iba dirigido a ella. Rafael se horrorizó tanto, que no pensó con la cabeza y salió corriendo directo a dónde estaba Rowena solo para agarrarla del cuello y dejarla desarmada.
La señora se había paralizado y se dejó tumbar, porque no podía respirar bien de los nervios. No quería morir aún.
—Vas a pagar —sentenció Rafael.
—¡Victoria! —Mónica corrió con desespero, se tropezó en el camino.
Cuando llegó a la ubicación, David estaba abrazando a su hija, dándole protección con su ancho cuerpo. La mujer se detuvo al ver que la sangre chorreaba de su espalda.
—¿S-señor? —titubeó Victoria.
David se apartó, su cuerpo cayó con dificultad en el suelo, al lado de la pequeña. Escupió un poco de sangre, él se había llevado el impacto de la bala con tal de proteger a su hija.
Mónica no podía creer lo que veían sus ojos.
—V-Victoria —balbuceó el hombre, con dificultad. Estiró su mano para acariciar su mejilla—. ¿Estás bien?
La niña empezó a llorar con