Boda

POV KARINA

Había pasado una semana desde que Andrew me había propuesto el trato. Esta semana había sido de clases intensas. Estaba agotada. Tenía tantas cosas que hacer, que me resultaba absurdo todo lo que hacían esas señoritas de sociedad por encajar y estar a la altura. Rosa le encargada de la casa había contratado a una profesora que me hacía sentir estúpida con cada corrección sobre cómo sostener el tenedor o la copa de champán.

​Si no fuera por mi situación, tomaría mis cosas y saldría corriendo de este lugar. Cuidar a Andrew era lo más sencillo, y eso que soportar su carácter no era cosa fácil. Pero con todo lo demás, sin duda, era súper fácil. De hecho, en cierto modo, ya me había acostumbrado a su mal humor. Su sarcasmo constante y sus órdenes frías se habían convertido en un fondo constante, como el ruido blanco de un apartamento en la ciudad.

​Estaba frente al espejo. La estilista ya había terminado su maquillaje y peinado. Hoy sería la "boda". Si buscaba el preciso momento en que mi vida se había volcado y yo había terminado envuelta en todo esto, me llenaba de tristeza.

​Fue justo cuando mamá murió. En ese instante, mi vida se transformó en un completo caos. No solo tuve que vivir con su partida. También tuve que dejar mis sueños y convertirme en el sustento del hogar. En la madre de mi padre, por decirlo de alguna manera, mientras él se hundía en el vicio.

​El toque en la puerta me sacó de mi bucle de recuerdos. Hoy no era el día para deprimirme con el pasado. De todas formas, aquello no iba a remediarlo.

​—¡Adelante! —respondí.

​Caminé hasta la cama y tomé el vestido, color marfil. El mismo era sencillo, de corte recto, pero con solo verlo se notaba la costosa costura y la calidad de la seda. Lástima que no iba a casarme enamorada y feliz, como siempre había soñado. Mi fantasía de niña de un vestido de encaje y un hombre que me amara incondicionalmente estaba enterrada. Pero ni modo, este era mi destino, el precio de mi libertad.

​—Rosa, ¿me ayudarías a colocar el vestido? —Dije, dejando caer la bata que cubría mi cuerpo.

​—Interesante.

​La voz de Andrew me hizo saltar del susto. Con rapidez, me giré, cubriendo un poco mi desnudez con el vestido aún sin poner.

​—¿Qué demonios te pasa? —Le reclamé—. ¿Cómo entras sin anunciarte?

​—Toqué y tú me indicaste entrar —Se defendió, su tono era tranquilo, pero sus ojos me evaluaban—. Pudiste guardar la parte de seducirme para la noche. Aunque te informo que no es necesario, no me provocas.

​Ladeé mi cabeza ante aquellas palabras. ¿No le provoco? Eso lo veremos, me dije a mí misma.

​—Sabes, Andrew —Le dije, mientras me ponía el vestido, teniendo la precaución de no dañar el peinado—. He escuchado muchas veces esto: "Nunca digas nunca". Puede que termines suplicando por eso que ahora dices no te provoca.

​—También he escuchado uno que dice: "Soñar no cuesta nada" —Me devolvió.

​—¿Qué quieres, Andrew? —Le Cuestioné, ignorando su mirada evaluadora sobre mí.

​—Solo saber por qué aún no estás en la sala. El juez llegó hace rato y resulta que tú aún no terminas de vestirte —Me reprochó.

​—Una mujer puede darse el lujo de hacerse esperar —Mi respuesta le arrancó una sonrisa.

​—Tienes cinco minutos —Se dio la vuelta en su silla para salir—. Kary, ese tatuaje es sexy. —Ladeó su cabeza y me miró justo antes de cruzar el umbral—. Pensé que eras una de esas chicas puritanas. Al parecer me equivoqué.

​Me sentí sonrojar. Era el tatuaje de una mariposa negra justo donde terminaba el encaje de mi pantaleta. Pocas personas lo habían visto.

​—No tienes idea de quién soy, Andrew. Si fuera tú, no me colmaría la paciencia. Puedo llegar a ser muy cruel si me lo propongo.

​—Ya veremos. Solo te digo que una cría como tú no está a la altura de enfrentar una batalla conmigo. Pero si quieres jugar, solo búscame.

​Salió de la habitación, dejándome sola. Yo maldecía en su nombre. Andrew Thorne lograba sacarme de mis casillas, y eso que yo era muy paciente.

​El pasillo era corto; solo cruzaba la gran biblioteca de la mansión, donde el Juez de Paz estaba esperando con Lewis, Rosa y su amigo Zack. Dos guardias de seguridad estaban en una esquina, eran los únicos testigos. No había música, solo el sonido apagado de mis tacones en el suelo. El anillo, pesado y frío, ya estaba en mi dedo. Era una alianza de oro blanco simple, sin diamantes, un símbolo de la transacción.

​Cuando llegué junto a Andrew, él estaba formal, inexpresivo. Me miró, y por primera vez, vi una fugaz chispa de algo que no era burla ni frialdad: era concentración. Era el depredador listo para cazar.

​El Juez de Paz habló de artículos y códigos legales, no de amor o destino. Yo asentía en los momentos justos, mis manos temblaban ligeramente, pero mi voz salió clara al decir: "Sí, acepto."

​Mientras Andrew repetía las palabras, mi mente voló. Acabo de casarme. Soy Karina Thorne. Sentí una opresión en el pecho, una mezcla de alivio por la promesa de seguridad y una profunda tristeza por la pérdida de mi libertad. Me había vendido, pero a cambio, había comprado mi vida. El dolor de las heridas de Ciro era un recordatorio constante de por qué estaba allí.

​Cuando el juez nos declaró marido y mujer, no hubo beso. Solo un asentimiento seco. Zack fue el primero en felicitar a Andrew, estrechando su mano con una seriedad que confirmaba que esta no era una celebración, sino un trato comercial ejecutado a la perfección.

​—Felicidades, señor y señora Thorne —dijo el juez, cerrando su maletín.

​Mi nuevo apellido resonó en la habitación, sellando mi destino.

​—Zack —ordenó Andrew, sin mirarme—. Asegúrate de que los documentos sean registrados de inmediato. Y que Ciro Martínez reciba la noticia de que su deuda está cancelada y que su nueva garante tiene un apellido que él no puede tocar.

​—Ya está en curso, Andrew.

​Una hora más tarde, estábamos en el Rolls-Royce, no con destino a una playa exótica, sino al aeropuerto privado de Andrew.

​—¿A dónde vamos? —Pregunté, rompiendo el silencio.

​—A la luna de miel. Es obvio Kary —dijo, mirando por la ventana—. Tenemos que obtener pruebas de que tuviste una excelente luna de miel. Fotos, algunas apariciones en revistas y tu gastando a manos llenas.

​Me encogí. Tenía sentido. Mi "luna de miel" era la prueba que Andrew necesita para humillar y demostrar a los que lo traicionaron que a él nonlo detuvo lo que sucedio. En resumen yo solo era el objeto para lograr eso.

GINNA R.

Espero les guste. Fue una de las primeras novelas que escribí y estaba guardada en mi biblioteca. Mw decidí a publicar. Agradeceria mucho su opinión ❤️❤️

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