Lara observó para todas partes y no vio a nadie, era extraño que ese portarretrato tan pesado se hubiera caído por alguna ráfaga de viento. Se inclinó para recogerlo y observó el distinguido rostro de su suegra fallecida antes de devolverlo a la mesita. Volvió a mirar y no vio a nadie por lo que regresó hasta la habitación de Walter.
— Lara, escúchame con mucha atención — Él le dijo tomando sus manos — Debes hacer todo lo que te diga, ¿Vale?
— Claro, Walter, lo que tú digas.
— En ese cuadro de allá — Señalando hacia la pared — Hay oculta una caja fuerte, ve y mueve el cuadro querida, te diré como abrirla.
La chica se sorprendió, pero no dijo nada, sabía que lo ricos tenían esa clase de cosas ocultas, pero no que su suegro era uno de esos ricos con secretos de ese calibre.
Le obedeció y movió la pintura como si fuera una especie de puerta, y la caja quedó al descubierto ante su mirada incrédula. Por un instante pensó que era una de esas ocasiones en las que Walter desvariaba, pero no.