No importa si no hay mucho que decir entre los dos. Con sus gemidos es suficiente.
Sebastián
La idea de un matrimonio forzado me revuelve el estómago, pero debo admitir que esta farsa tiene su encanto. Mi futura esposa es una mujer de contradicciones, algo inestable mentalmente, pero desafiante e indomable, Y su cuerpo… es una maldita distracción que me obliga a mantener los ojos pegados a ella en todo momento. Me absorbe por completo. Incluso en la solemnidad de la ocasión, la veo. La imagino. Atada a mi cama, una obra de arte de sumisión forzada. Sus gritos haciendo eco en mis oídos: ahogados y llenos de placer. Sus gemidos, una melodía que excita cada fibra de mi ser, mientras pongo al límite su resistencia. Y la mía.
—Sebastián, prácticamente ya somos familia —la voz del señor Van Der Beek me saca de mis pensamientos con brusquedad—, puedes venir con nosotros en el auto. —La irritación en el rostro de Amelia es palpable, rueda los ojos con lentitud exasperada y su expresión es la