El silencio guía a mi mente a tu cintura y a más abajo.
Sebastián
Me refugio en el calor de mis pensamientos para poder soportar lo monótono de la ceremonia. Debería de estar en la empresa atendiendo asuntos importantes y no aquí perdiendo mi tiempo. Despierto de mi trance cuando Amelia se desliza de mi lado y camina hacia el altar. Su andar es elegante, como el de la nobleza. Toma el micrófono y se acomoda a un lado del ataúd de su madre, pasea su mano sobre el vidrio al tiempo que una lágrima rueda por sus mejillas y cae encima del cristal.
Toma el micrófono con una fuerza que desmiente su fragilidad a pesar de estar presenciándola. Se gira a la audiencia con determinación. Sus ojos enrojecidos hacen contraste con la palidez de su piel, luce hermosa y la tristeza provoca que esa belleza resalte con mayor fulgor. Se aclara la garganta antes de llevarse el micrófono a la boca. Me quedo sin aliento y con el corazón latiendo dolorosamente rápido dentro de mi pecho. ¿Qué me sucede con