Ella presiente lo que siento: nada que ella no me haga sentir.
Sebastián
A pesar de la insoportable cháchara que el padre de mi tan adorada prometida insiste en llamar “conversación agradable”, la irritación empieza a corroerme. Aunque debo admitir que pocas personas consiguen mantener mi atención e increíblemente el señor Van Der Beek resultó ser una de ellas. Pero la cruda verdad es que soy un hombre que valora, por encima de todo, el silencio y ahora mismo es lo único que necesito. ¡Que cierre la maldita boca!
—Sebastián, supongo que ya has pensado en dónde vivirán luego de haberse casado —indaga rompiendo el hilo de mis pensamientos. ¿En qué momento dejamos de hablar sobre la recesión económica para entrar al tema de mi vida privada?
¡Maldición!
Su forma abrupta para cambiar de tema, me deja sin habla por un par de segundos en los que pienso si mandarlo a la mierda es la mejor opción. Sin duda preferiría discutir sobre la crisis financiera mundial, la sobrepoblación o el hambre e