Las sombras vienen por mí, mi alma llora, pero mi mente se mantiene fuerte.
Amelia
Respiro profundo y dejo salir el aire de golpe antes de ponerme de pie. La mejor arma en contra de tus enemigos es siempre mantener el control de tus emociones, no demostrarles el efecto que causan en ti. Aunque con Sebastián Falcó no tengo definido del todo qué tipo de efecto es el que causa en mí. Es tan extraño y contradictorio, porque con solo oír su nombre siento que quiero que una bomba caiga sobre él y lo desaparezca del mapa, pero al verlo y tenerlo frente a mí es como si me convirtiese en una polilla de luz atraída por su mirada.
—Yo me ocupo de esto, papá —anuncio ignorando el hecho de que no estoy para nada presentable.
—Lía —se levanta de su asiento—, Edith, acaba de decir que el señor Falcó nos espera a ambos —añade mirándome a la cara.
—Puedo atenderlo yo sola, padre. Tu presencia no hace falta —apunto en tono duro.
—Sé que sí, pero te repito: el señor Falcó solicitó la presencia de ambos