A veces el silencio, guía nuestras almas hasta encontrar los susurros ocultos.
Sebastián
Está jugando un juego peligroso y lo peor de todo es que soy yo quien la está dejando ganar. Salgo de su habitación con Ethan, la tensión que se instala entre los dos, pesa a cada paso, el silencio se vuelve asfixiante, pero si abro la boca estoy seguro de que diré algo que no quiero decir, no soy un hombre que pelee con un amigo por una mujer. Necesito controlar mi ira antes de hablar. Mis puños se mantienen cerrados como si con eso pudiera mantener mayor contención de mi cuerpo. No quiero nada con ella, pero no tolero ni la más remota idea de que otro hombre la toque o de que ella coquetee en mi cara con otros, juro por Dios que si Callahan no fuera mi amigo, le habría partido la cara solo por la manera en la que ella lo estaba mirando.
—No te preocupes por mí, Sebastián —dice rompiendo el silencio cuando hemos llegado a las escaleras, su voz es un susurro hueco y monocorde—, avísame cuando ser