Quiero refugiarme debajo de tus sabanas y nunca salir.
Sebastián
El aire frío de Londres me golpea la cara. El silencio de la tarde contrasta con el torbellino de pensamientos en mi cabeza. De pie, inmóvil, frente a la ventana abierta de mi oficina, observo el cielo gris que ese extiende en el firmamento hasta perderse en el horizonte. Tomo una bocanada de aire, sintiendo como el nudo en la boca de mi estómago se hace más fuerte.
Miro la hora en mi reloj, ya casi es hora de que pase por ella para ir a cenar en casa de su padre. Tengo que llamarla para cancelar. Tomo el teléfono y busco el número de mi esposa, sonrío de lado al ver el nombre con el que la guardé: Pequeña mocosa y detrás del nombre, una foto de ella delante de la Torre Eiffel, no mira a la cámara, ni siquiera sabe que se la tomé.
—Señor Falcó, ¿ya está afuera? —Su voz es un dulce que refresca mis sentidos.
—Lo siento, pequeña. —Maldigo a Anastasia una vez más—. Se presentó algo con unos clientes y tengo que resolverlo a