La brisa nocturna acariciaba mi rostro, trayendo consigo el aroma a tierra húmeda y a hojas recién caídas. Miré hacia el cielo estrellado, buscando en las constelaciones algún indicio de lo que estaba por venir. Desde que descubrí mi habilidad de protección, me sentía como un ave enjaulada, intentando volar con alas cortas.
—Luna, ¿te encuentras bien? —preguntó Demon, su voz grave resonando en la penumbra como un eco de antiguas promesas.
—Como si el viento mismo me empujara hacia el abismo —respondí, sintiendo el nudo en mi estómago. Era una lucha constante: el deseo de estar junto a él y el miedo a perderme en la oscuridad que James representaba.
Demon se acercó, su mirada profunda y serena, como un mar en calma. —Recuerda lo que hemos entrenado. Nuestro vínculo es más fuerte de lo que imaginas. Si James intenta manipularte, debes luchar contra su influencia.
—Lo sé —susurré, mis palabras apenas un murmullo. Aquel nombre resonaba en mi mente como un eco perturbador. James había