Vanessa
La llamada llega poco después del amanecer, cuando aún estoy en mi dormitorio, con el aroma del café recién hecho impregnando el aire. Al principio pienso que es otro de esos proveedores que siempre encuentran el momento menos oportuno para molestarme, pero la voz al otro lado de la línea es desconocida, fría y cargada de un misterio que me despierta la curiosidad.
—Señora Kingsley —dice, como si fuera un título que me pertenece por derecho—. Alguien quiere verla esta noche, en el restaurante Le Jardin, a las ocho.
No pregunta si puedo, solo asume que lo haré.
—¿Quién es? —pregunto, aunque ya sé que no obtendré respuesta.
—Ella se lo dirá en persona —responde la voz antes de colgar.
Me quedo con el celular en la mano y el pulso acelerado. Una parte de mí se pregunta si debería ignorar la invitación, pero la otra… la otra parte no puede resistirse a un buen juego.
A las ocho en punto estoy en el restaurante, envuelta en un vestido rojo que sé que capta miradas. El maître me guí