Así que, dejamos que él descargue todo su dolor por medio del llanto, porque así al menos puede desahogarse sin causarle daño a los demás. Pero, al poco tiempo de llorar, es Taddeo quien lo abraza, como si comprendiera que es lo que necesita para poder sanar de su dolor.
— Taddeo… — susurro aturdido.— Abuelo, no llores. A mami no le gustará despertar y verte llorando. — susurra Taddeo.El señor Pussi, continúa llorando, pero, esta vez se aferra al cuerpo de Taddeo, como si fuera una balsa para un náufrago. La seguridad llega, pero, yo hago una señal de alto, para que no interrumpan el momento emotivo que está experimentando mi suegro.Poco a poco, su llanto es menos fuerte, hasta que finalmente Taddeo se aleja del hombre que él ha consolado como su madre le enseñó: abrazándolo y dándole palmadas en su espalda.&mdash