—¿Por qué me busca, señor Mendoza? —Carmen se sentó frente a su exjefe. Tenía que admitir que le sorprendía que él quisiera verla.
Después de aquella noche, no pensaba que él quisiera tener nada que ver con ella. Y desde luego no esperaba que él la buscara después de su último encuentro.
—¿Necesita algo o...? —continuó Carmen.
—He venido a disculparme por lo de...
—Creo que ya puede irse. No hay nada de qué disculparse —Carmen se dirigió hacia la puerta principal.
—No es culpa suya en absoluto —dijo Bastian tranquilizadoramente.
—¿En serio?
—¿No pensaba lo contrario aquella noche? ¿No me acusó de ser una perra que se le había echado encima? —le espetó Carmen enfadada. Se enfrentó al hombre que estaba de pie en la pequeña sala de estar.
Sabía que debía marcharse en ese momento, pero no se atrevía a hacerlo. Incluso ahora, su presencia le dolía y sentía ganas de golpearlo.
—¿Por qué te disculpas por algo que claramente crees que no es culpa tuya? —continuó Carmen, tratando de no mirar a