(Narra Ema)
Descansaba en mi cama, tapada con al menos cinco mantas al tener fiebre y mucho frío. Había estado sufriendo de horribles pesadillas constantemente cada vez que intentaba dormir. Respirar también representaba una gran dificultad, al tener las costillas rotas y muchos golpes dolorosos. Perdí la cuenta de cuantas heridas tenía, las torturas no habían sido para nada amables.
Todavía podía recordarla, a Kat, con una cadena en la mano dispuesta a torturarme para que me quedara claro que debía obedecerla sin chistar. El dolor fue amargo, pero peor fue estar al lado del hombre que amaba y no poder hacer nada para ayudarlo.
Greg estaba casi muerto tan cerca de mí y no lograba acercarme. Había tenido ese sueño mil veces repitiendo la misma escena, cuando nos encadenó para hacernos sufrir de esa inmensa distancia. Mi lobo no resistió todo ese sufrimiento y cayó al suelo. Fue ahí cuando creí que mi mundo se terminaba para siempre.
Kat sonreía, no me borraba esa imagen cruda de la men