Miré a Ben:
- Sabía que esto no funcionaría. - suspiré, resignado.
Sebastián se acercó a mí y retiró la fina manta, que cubría parte del rostro de Maria Lua:
- ¿Qué mierda estás haciendo?
- Yo me ocuparé de ella. preguntó Salma. - dije, tratando de justificarme.
- ¡Mierda!
- No hables fuerte, la despertará. - Yo pregunté.
Se pasó las manos por el pelo, su rostro enrojecido.
- ¿Quién es el padre de este niño?
- Héctor. - le confesé, mi voz casi inaudible, bajando la cabeza, avergonzada.
- ¡No! - él gritó. - ¡No es verdad!
- ¡No grites, carajo! – Caminé con María Lua, atónita, sacándola de la habitación.
Sebastián me siguió:
- ¿Qué tienes